sábado, 9 de junio de 2012

Pie-Pelota o Fútbol: Un tal Messi.

Desde que me he subido a un Oniriciclo, andar en él jamás fue segunda opción ante el mundo inacabable que es cada día en la vida. A menos que un imprevisto de esos que nunca queremos llame a nuestra puerta, nada puedo subyugar a mi amada profesión de conductor de Oniriciclos que sí misma. En esa frecuencia que es llevar la cabeza a tres metros, donde sólo circulan colectiveros y camioneros, es donde siento libre la ciudad nocturna. Cada día andar en esta bicicleta doble que entrama mi vida física con mis pensamientos me llama. Y luego cada noche.



Hoy, el frío y el dolor de cabeza frenaron mi salida, paridos de una caída con el Oni por choque de, ¡claro está! un taxista porteño, que -¡segundo claro está!- huyó. Así es como no arranqué en este hermoso sábado de frío-sol en el Oni, y a cambio, el día me ofrecía fútbol, la esencia de él: Brasil-Argentina.
Hace algunos años que los pocos partidos que veo repiten dos nombres: Barcelona y Messi. Para que mas?. La dosis necesaria. Hoy este mareo trascendió hasta hacerme quedar por una razón: volvió el bello juego de mis recuerdos, de mis días como jugador, veedor u oidor del deporte mas practicado en el mundo.
Volvió con apellidos: Argentina y Brasil.

                                    Un sólo nombre: Messi
Wikipedia debería tomar nota: Messi adj. Dicese de Messi.
El gol que decidió el partido, la corrida en diagonal de 45 metros-disparo al ángulo, desbordó belleza; el pie y la pelota, el football, su nombre, corrieron esos 45 metros juntos hasta el desapego de ese perfecto pie zurdo, para que la amada del balón -la red-  lo esperara con hilos lustrosos.
Un Desborde, Argentina y Brasil fueron esta tarde mis ruedas, Messi el manubrio y el fútbol ese hermoso deporte que como hoy, siempre prevalecerá a los globalismos (sic) que buscan etiquetarlo
El fútbol es el partido de hoy, como lo es otro en mis hermosos recuerdos, el que jugué en el  97 en el archipièlago de San Blas, en la nación Kuna Yala. 18 Kunas y tres inmigrantes, un partido de potrero en una inolvidable islita mas larga que ancha. Sin necesidad de idiomas, pelota única inflada a cada rato, los goles, las risas y el agua del Mar Caribe que borraba un córner.
Hoy, el fútbol es gol y Messi su Da Vinci.

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