domingo, 28 de febrero de 2010

Buena - la perra - y Mar del Sud

 La perra -a la que llamamos buena-nos siguió desde Mar del Sud hasta Miramar, 17 kilómetros en los que no pudimos persuadirla de lo contrario. Mezcla de collie persistente con vida de calle, o en este caso de césped (venida de un pueblito de calles de tierra y mucho verde enfrentado al mar), la perra nos acompañó y nos adoptamos por un día, en la mañana siguiente tras abrir la puerta de calle, se fue y no quiso volver, tal vez Miramar con sus tantos turistas le pareció un caos.

 
La sombra y la sombra fotógrafa se han quedado para recordarnos, y nosotros las vemos en este papel virtual para añorarlas. Bellos días


La vuelta desde Mar del Sud, estos 35 kilómetros oficiaron de prueba piloto para ver las reacciones del Oniriciclo en ruta y su estabilidad ante el paso de autos, y especialmente camiones y colectivos. 3 días después realizamos otra prueba camino a Mar del Plata, ya con peso de carga incorporado y en un viaje de 50 kilómetros. Felices en la costa

lunes, 15 de febrero de 2010

El viaje y el exilio



Andar, fuimos con amigonautas a Mar del Sud, pueblo perdido y envuelto en mantos de hoteles recupera nazis y olvidos. Este pequeño pueblo planeado para ser un balneario mayor, quedó detenido en veremos. Allí los Delironautas y una nueva compañera –de nombre Buena- fuimos en un clásico de la tarde balnearia de una costa argentina; viento, frío y sol jugando a las escondidas en un plano febrero del cual los comerciantes desconfían. 17 kilómetros separan al pueblo más grande del chico, 17 kilómetros que se suman probando a las altas bicicletas cada vez más impacientes por salir a jugar y tomar como jardín la enorme América aún –eureka!- plagada de verde en demolición.
En los mismos días un ilimitado camino se abre en los planes de los viajeros, siempre se inundan las pupilas de imágenes no vistas, un montón de palabras se atropellan para establecer posibles periplos, la costa colombiana, el Amazonas por su cuenca o su desembocadura, los barcos que se pierden en el pulmotor de un deslucido mundo de grises. Subir y buscar esos trenes que nos rujan otra vez con sus plantones de malas vías o locomotoras acongojadas sin respiro ni descanso. Se discuten prioridades, cuestiones de carga, pesos máximos y pesos mínimos, utilidades y otros artefactos claramente inútiles al viaje.
En el medio uno piensa en esos viajes-traslados de diálogos programados y recetados de antemano, la señora que al ver caer gotas sobre la ventanilla (dentro del vagón dentro del tren) dirá: qué barbaridad!, ¿vio como llueve?, (y sí, tristemente usted no descubre nada nuevo) un ajá de nuestra parte puede sonar descortés, o también “por favor señora, no haga de mi oído un reservorio de nimiedades”. Los que se reúnen en las puertas de salida de los vagones –pues fuman- suman cálculos de llegada y tiempo de arribo al último destino buscando una manera, acaso una plegaria que intenta despegarse de nuestro destino: un numerito que engrosara hojas de cálculo y futuras aproximaciones de cuanta gente vino este año a la costa: “ y...la capacidad hotelera trabajó al 82%”, y el que fue lo sabrá y sentirá que pertenece a un grupo mayoritario que optó por lo mismo- bravo!

Fuera del tren optamos por el campo, la leña o la pequeña cocina portátil, la bolsa de dormir que amamos como una casa propia, allí donde sentimos el calorcito al acostarnos y por más frío que, sostiene ese sentimiento de aventura, de movernos el devenir, que como algunas drogas pero sin costo, los viajes nos brindan.
Tomar la posta del movimiento, pues en un viaje, la variación de la ruta es siempre una decantación esperada.
Al otro día Gustavo se despidió de nosotros en una lluvia y una tarde, partiendo hacia los caminos del mal, tal cual un apologista de la soledad nombraría a las capitales. (del amigo Gustavo esperamos aún las fotos que retraten estas líneas, mientras, mientras aquí se ven momentos pasados o venideros, pero felices junto a otros amigos que cerca o lejos aún reposan en la alegría que hace al Oniriciclo pipón de  todos ellos.

 extranjeros y fotógrafos, siempre ciclistas

Playa.
La playa es más profunda de lo que parece, en los padres afloran disputas y miedos –tené cuidado nene, no vayas al agua—Junto al oniriciclo estacionado que se ha recibido de reparo al viento vestido con una esterilla ocasional, una pareja (50 años ambos) confiesa luego de lustros silenciosos a sus ilustres amantes. Ella, agazapada tras él del viento, repregunta y recrimina luego de haber enterrado a sus amantes; pasa un hombre muy alto frente a ellos, 3 gordos familiares se instalan en la arena bien munidos de de medialunas y bizcochosvarios, momento!, a mi lado aparece  Mohamed, un somalí exiliado (leyenda urbana olvidada y perdida de los delironautas, ver http://oniriciclos.blogspot.com/2009/10/los-comentarios.html ).
Amigo tanto tiempo! He visto su bicicleta de altura y bueno fue recuperarlo. ¿contó mi historia, repartió tristeza por ahí?. Mientras lo pronuncia, Mohamed no sabe que este delironauta piensa otra vez(más) en la causalidad, desde que uno incluye un pensamiento -anhelo picazón indispensable- uno retorna y rueda círculos para siempre que forman las neuronas que nos dicen: nos quedamos aquí, aquí nos interesamos por todo despertamos más aquí aquí quedémonos. y entramos en una ceguera blanca que sólo ve esas percepciones que a fuerza de precios rutinas y labores -sin alma- van muriendo en la góndola de chucherías por donde nunca pasamos. Quiero estos hechos, quiero devorar causalidades -el Oniriciclo y su historia son una-. pienso en las causas y cuanto más pienso en ellas, las casualidades me parecen menos que fantasmas sin espanto.
Mohamed ya sentado y sin preguntas, un abrazo fraterno y luego empezó: ¿Sabe que fui de regreso a mi país?, antes de llegar el amigo que me esperaba me dio el pasaporte de otro, considerando mi historia ni siquiera llegaría a una lucha -pensé que es cierto, a la mafia de cualquier lado no le afecta una guerra interna , sino que les hace pensar en nuevas sucursales, y los enemigos del mafioso jamás pierden vigencia ni salen de la lista negra. siguió Mohamed: entré por Kenya, llegando a Baardheere, ahí seguí a otro pueblo, Luuq, esa misma noche buscaba la casa de mi contacto, unos parientes de mi mejor amigo que están grabando y filmando como pueden lo que sudece en mi país; cuando una mujer se acercó a mí -pegándose a mí- un par de señores salieron de un local discutiendo con ella y conmigo, uno sacó un arma, la mujer salió corriendo y llegó a dar vuelta tras una casa luego me apuntaron a mí y yo que quería un arma y una lucha!, no dispararon pero amenazaron. Esa noche pensé porque había vuelto, ¿buscando qué?, esperaba por mis contactos, gente a quienes nunca había visto, pero nunca llegaron, si llegó la mujer con una historia tan parecida a la mía pero de desesperación presente.
No lo pensé más. luego que me preguntó cual sería la mejor forma de salir del país, sus padres habían muerto y de sus hermanas ya no tenía rastros, le dije que yo la acompañaría, y así fue. En Kenya se subió a un bus que la llevaría a la casa salvadora de una amiga, nos agradecimos la providencia con un abrazo que trocó miedos y dolores. Me quedé unas semanas más en la frontera, fui y volví de un país al otro ayudando a mucha gente que quiso irse. Y ahora estoy aquí, hablando con usted y vendiendo joyas en el exilio elegido. 
Me dio un abrazo, nos volveríamos a ver en la noche.
El exilio. dijo de él Roberto Bolaño:
                                                "Exiliarse no es desaparecer sino empequeñecerse, ir reduciéndose lentamente o de manera vertiginosa hasta alcanzar la altura verdadera, la altura del ser. Swift, maestro de exilios,lo sabía. Para él exilio era el nombre secreto de viaje. Muchos exiliados, cargados más de dolor que de razones, rechazarían esta afirmación"
  

martes, 9 de febrero de 2010

El mar, Berger y Sartre


Nos fuimos al mar por unos mates y soles. un poco pedaleando y otro poquitito en tren. Allí nos acercamos a lo que nos gusta, el imaginario de una huerta orgánica, las variettés con olor a esfuerzo y llenas de tambores y playa, los paseos alucinantes por viveros y bosques, nos llenamos del contacto con la tierra buscando el aprendizaje, compartiendo con los amigos -Lucas, Mariel, Matías-, los vimos treparse a los árboles arrimándose el pecho a la vida, nos vimos jugando en el agua de nuestro mar atlántico de agua fría, nos devolvimos al sol cual lagartos gozando en cualquier carrtera desolada con 40 grados de temperatura y sin la elección de la sombra, recojimos y descubrimos verduras en nuestros pequeños terrenos y hicimos las ensaladas más sanas que estos delironautas hemos comido en unos buenos años; como en la foto se aprecia, la costumbre rioplatense del mate vino a nuestro encuentro mientras los Oniriciclos tomaban sombra, porque dicen- sabios- el fuerte sol les afecta su tostadura de caños, sus colores victoriosos en amarillo y naranja propios.
¿Y como nos arriman las andanzas a este blog cíclico?, es que Fran me propuso la costa y el horizonte marítimo como recuerdo de otros continentes, tal vez si uno mira lejitos lejitos encuentre la punta de la Africa que nos mira, al pescador moreno en Namibia y la muchacha de Guinea Ecuatorial-sueños y anhelos de donde alguna vez, también circularán los delironautas-
Y el como de un viaje mucho más corto empezó con el tren que circula la provincia de Buenos Aires y en el que -nunca faltan- se expresan la desazón de los continuos estados ausentes que nos gobiernan (ni este ni el anterior ni el que vendrá,sino nosotros desencontrados), y sino vea la forma de protesta sin 0800 que valga:



De todas las maneras y con el viejo credulismo de muchos sobre que los trenes son lentos (muy) , cuando en realidad se debe a que se privatizaron los trenes en sí y no las vías, por lo cual las refacciones datan del tiempo santo ido, y entonces ¿para que correr y descarrilar? se pregunta el maquinista.
Estábamos en otras cosas y sino la consabida caída en la crítica sin construcción.
Entonces, unos y otros, cíclicos y de a pie, llegamos al sol de la costa, y bajado el Oni de los trenes, me subí pronto a las ancas de mi bello compañero y allí nos fuimos pedaleando la Mar del Plata, una especie de Buenos Aires playera que encuentra sus propias reglas y horarios con esos sufrientes en camino a las playas, que acarrean, a saber: sombrillas, reposeras, gorros, heladeritas pórtatiles ( a su vez cargadas con sanguches jugos gaseosas cervezas frutas, algún tomate perdido, mas cervezas, helados y más degustibles), también llevan palitas y baldecitos de juguete, libros (oh!), paletas, pelotas, diarios (para qué para qué para qué), agendas, teléfonos móviles, llaves, esterillas, toallas, toallones, notebooks, netbooks, mudas de ropa, cuando no carpas -pobres compañeras de viaje que se frustran de ver como sólo terminan siendo usadas de adminículos veraniegos pero nunca armadas frente a paisajes desconocidos o tal vez desprovistos de gentes alrededor de-. También arrastran bronceadores, lapiceras anteojos de sol y de lectura, barrenadores, agua mineral (ah sí, ya lo dije, pero más de uno lleva una dos y tres), y cuando no los autos(4x4) transportadores todas esas cosas terminan encallando en las puertas mismas de nuestro mar, para así y con todo eso, puf, los delironautas ahuecamos el ala haciendo mutis por el foro porque no queremos llegar a una oficina de juegos y deportes diagramados, ah sí! prohibido ingresar con mascotas y cuidado con usar las "bajadas exclusivas" de los balnearios de carpas de alquiler por la módica suma de 2000 pesitos el mes- y no pesetas.

#4%&?¡)(/$&"#" garabatos separadores, a mejor idea...

John Berger, (artista: pintor, escritor, fotógrafo) escribe en su libro-ensayo sobre la vida de un médico rural de Gran Bretaña:

¿Por qué nos parece que cambia la forma de pasar el tiempo? ¿Cuál es la diferencia entre un niño y un adulto al respecto?. Sartre nos ofrece una clave acerca de como llegar a alcanzar un sentido de aventura dada la plena conciencia de la naturaleza del tiempo. Así describe Sartre la vida de adulto:"Cuando uno vive, no sucede nada. Los decorados cambian, la gente entra y sale, eso es todo. Nunca hay comienzos.Los días se añaden a los días sin ton ni son, en una suma interminable y monótona. De vez en cuando se saca un resultado parcial; uno dice:hace tres años que viajo. Tampoco hay fin, nunca (nos) abandonamos de una vez a una mujer, a un amigo (a) una ciudad. Y además todo se parece: Shangai, Moscú, Árgel al cabo de quince días son iguales. Por momentos -rara vez- se hace el balance, uno advierte que está pegado a una mujer, que se ha metido en una historia sucia. Dura lo que un relámpago. Después de esto empieza de nuevo el desfile, prosigue la suma de horas y días. Lunes, martes, miércoles. Abril, mayo, junio. 1924, 1925, 1926".
Dice Berger que Sartre compara esta vida con el "sentimiento de aventura ocasional". Este sentimiento no tiene nada que ver con los acontecimientos. Es una forma de conciencia exaltada que da una sensación de orden -y, por consiguiente sentido- al hecho mismo de la existencia y sus limitaciones.
Sigue Sartre:"Decididamente ese sentimiento de aventura no procede de los acontecimientos: ya tenemos la prueba. Más bien es la manera de encadenarse los instantes. Creo que esto es lo que pasa: de pronto uno siente que el tiempo transcurre, que cada instante conduce a otro, este a otro y sucesivamente, que cada instante se aniquila, que no vale la pena intentar retenerlo, etc. Y entonces atribuímos esta propiedad a los acontecimientos que se presentan en los instantes; lo que pertenece a la forma lo referimos al contenido.
Se llama así, si mal no recuerdo, a la irreversibilidad del tiempo. El sentimiento de aventura sería, simplemente, el de la irreversibilidad del tiempo. Pero ¿por qué no lo tenemos siempre?"

Luego de Berger y Sartre - cada cual tome sus frases o no, o no esté leyendo ya la entrada de este blog- me quedé con algo, "de pronto uno siente que el tiempo transcurre..." y ese de pronto a mí me devuelve esa cosa de niño, que como luego dice el autor, el niño es plenamente consciente sobre lo irreversible en el tiempo. y uno a veces parece olvidarlo, salvo para aquellos que, al aburrirse constantemente, lo tienen presente en forma de sufrimiento.


Y sintiéndome fluyó la asociación con el Oniriciclo - una bella opción a la bicicleta madre- Andar con Oni Fran es saborearse niño, plenamente ebrio de realidades en un mundo invencible de otros pequeños y los juegos y la imaginación y los juguetes. Saludar y ser saludado como vecinos de siempre, soñar con soñar, amar sin medias tintas, odiar con llanto pero olvido. Y entonces todas estas opciones de pensamiento que nos ofrecen los dos escritores, la dureza de la comprensión de adultos ya integrados a la rueda, mis palabras acertadas o no -pero al fin mis ideas- sobre una parte de la sociedad que se niega a liberarse e incorporar la palabra vacación como sinónimo de libertad, las fotos y los conflictos de transporte -dentro de miles de problemas más de un país latinoamericano-, me subo al Oni y regreso a ese encuentro con amigos sobre los árboles y a una ensalada cargada de ideas compartidas con Lucas (energía plus), y así la irreversibilidad del tiempo y el mar se hacen uno y hago la plancha en el agua flotando en dicha. y todos los problemas son problemas que jamás podrán hurtarnos el presente.

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