Andar, fuimos con amigonautas a Mar del Sud, pueblo perdido y envuelto en mantos de hoteles recupera nazis y olvidos. Este pequeño pueblo planeado para ser un balneario mayor, quedó detenido en veremos. Allí los Delironautas y una nueva compañera –de nombre Buena- fuimos en un clásico de la tarde balnearia de una costa argentina; viento, frío y sol jugando a las escondidas en un plano febrero del cual los comerciantes desconfían. 17 kilómetros separan al pueblo más grande del chico, 17 kilómetros que se suman probando a las altas bicicletas cada vez más impacientes por salir a jugar y tomar como jardín la enorme América aún –eureka!- plagada de verde en demolición.
En los mismos días un ilimitado camino se abre en los planes de los viajeros, siempre se inundan las pupilas de imágenes no vistas, un montón de palabras se atropellan para establecer posibles periplos, la costa colombiana, el Amazonas por su cuenca o su desembocadura, los barcos que se pierden en el pulmotor de un deslucido mundo de grises. Subir y buscar esos trenes que nos rujan otra vez con sus plantones de malas vías o locomotoras acongojadas sin respiro ni descanso. Se discuten prioridades, cuestiones de carga, pesos máximos y pesos mínimos, utilidades y otros artefactos claramente inútiles al viaje.
En el medio uno piensa en esos viajes-traslados de diálogos programados y recetados de antemano, la señora que al ver caer gotas sobre la ventanilla (dentro del vagón dentro del tren) dirá: qué barbaridad!, ¿vio como llueve?, (y sí, tristemente usted no descubre nada nuevo) un ajá de nuestra parte puede sonar descortés, o también “por favor señora, no haga de mi oído un reservorio de nimiedades”. Los que se reúnen en las puertas de salida de los vagones –pues fuman- suman cálculos de llegada y tiempo de arribo al último destino buscando una manera, acaso una plegaria que intenta despegarse de nuestro destino: un numerito que engrosara hojas de cálculo y futuras aproximaciones de cuanta gente vino este año a la costa: “ y...la capacidad hotelera trabajó al 82%”, y el que fue lo sabrá y sentirá que pertenece a un grupo mayoritario que optó por lo mismo- bravo!
Fuera del tren optamos por el campo, la leña o la pequeña cocina portátil, la bolsa de dormir que amamos como una casa propia, allí donde sentimos el calorcito al acostarnos y por más frío que, sostiene ese sentimiento de aventura, de movernos el devenir, que como algunas drogas pero sin costo, los viajes nos brindan.
Tomar la posta del movimiento, pues en un viaje, la variación de la ruta es siempre una decantación esperada.
Al otro día Gustavo se despidió de nosotros en una lluvia y una tarde, partiendo hacia los caminos del mal, tal cual un apologista de la soledad nombraría a las capitales. (del amigo Gustavo esperamos aún las fotos que retraten estas líneas, mientras, mientras aquí se ven momentos pasados o venideros, pero felices junto a otros amigos que cerca o lejos aún reposan en la alegría que hace al Oniriciclo pipón de todos ellos.
extranjeros y fotógrafos, siempre ciclistas
Playa.
Amigo tanto tiempo! He visto su bicicleta de altura y bueno fue recuperarlo. ¿contó mi historia, repartió tristeza por ahí?. Mientras lo pronuncia, Mohamed no sabe que este delironauta piensa otra vez(más) en la causalidad, desde que uno incluye un pensamiento -anhelo picazón indispensable- uno retorna y rueda círculos para siempre que forman las neuronas que nos dicen: nos quedamos aquí, aquí nos interesamos por todo despertamos más aquí aquí quedémonos. y entramos en una ceguera blanca que sólo ve esas percepciones que a fuerza de precios rutinas y labores -sin alma- van muriendo en la góndola de chucherías por donde nunca pasamos. Quiero estos hechos, quiero devorar causalidades -el Oniriciclo y su historia son una-. pienso en las causas y cuanto más pienso en ellas, las casualidades me parecen menos que fantasmas sin espanto.
Mohamed ya sentado y sin preguntas, un abrazo fraterno y luego empezó: ¿Sabe que fui de regreso a mi país?, antes de llegar el amigo que me esperaba me dio el pasaporte de otro, considerando mi historia ni siquiera llegaría a una lucha -pensé que es cierto, a la mafia de cualquier lado no le afecta una guerra interna , sino que les hace pensar en nuevas sucursales, y los enemigos del mafioso jamás pierden vigencia ni salen de la lista negra. siguió Mohamed: entré por Kenya, llegando a Baardheere, ahí seguí a otro pueblo, Luuq, esa misma noche buscaba la casa de mi contacto, unos parientes de mi mejor amigo que están grabando y filmando como pueden lo que sudece en mi país; cuando una mujer se acercó a mí -pegándose a mí- un par de señores salieron de un local discutiendo con ella y conmigo, uno sacó un arma, la mujer salió corriendo y llegó a dar vuelta tras una casa luego me apuntaron a mí y yo que quería un arma y una lucha!, no dispararon pero amenazaron. Esa noche pensé porque había vuelto, ¿buscando qué?, esperaba por mis contactos, gente a quienes nunca había visto, pero nunca llegaron, si llegó la mujer con una historia tan parecida a la mía pero de desesperación presente.
No lo pensé más. luego que me preguntó cual sería la mejor forma de salir del país, sus padres habían muerto y de sus hermanas ya no tenía rastros, le dije que yo la acompañaría, y así fue. En Kenya se subió a un bus que la llevaría a la casa salvadora de una amiga, nos agradecimos la providencia con un abrazo que trocó miedos y dolores. Me quedé unas semanas más en la frontera, fui y volví de un país al otro ayudando a mucha gente que quiso irse. Y ahora estoy aquí, hablando con usted y vendiendo joyas en el exilio elegido.
No lo pensé más. luego que me preguntó cual sería la mejor forma de salir del país, sus padres habían muerto y de sus hermanas ya no tenía rastros, le dije que yo la acompañaría, y así fue. En Kenya se subió a un bus que la llevaría a la casa salvadora de una amiga, nos agradecimos la providencia con un abrazo que trocó miedos y dolores. Me quedé unas semanas más en la frontera, fui y volví de un país al otro ayudando a mucha gente que quiso irse. Y ahora estoy aquí, hablando con usted y vendiendo joyas en el exilio elegido.
Me dio un abrazo, nos volveríamos a ver en la noche.
El exilio. dijo de él Roberto Bolaño:
"Exiliarse no es desaparecer sino empequeñecerse, ir reduciéndose lentamente o de manera vertiginosa hasta alcanzar la altura verdadera, la altura del ser. Swift, maestro de exilios,lo sabía. Para él exilio era el nombre secreto de viaje. Muchos exiliados, cargados más de dolor que de razones, rechazarían esta afirmación"
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