Luna llena y te extraño. Te fuiste hace miles de años, mucho antes de las invocaciones programadas y lamentos a discreción. Honrada, a través de las cacerías de brujas y las mutilaciones al arte.
Muchos como yo, hemos parido amar con desayunos tus libertades. Los cereales y los viajes se hacen amigos, mantienen tu fortaleza; y tu ritmo, el ruedo. En las manos concretas ese fluir que luego una esfera, un espiral, la nada. Eso es cuando esfumas mi visión, te posas en todos los horóscopos que te avalan y me dices:
-Nunca en esa tierra, pero desde aquí hemos dos, con un fuego imperturbable, que nos ansia, y nos espera-
No seremos amigos nunca, el roce es tan fuerte y la carne tan yerma. Los Sí y los impostergables son sencillo, un vuelto sin gracia, pentagramas de desatinos.
Canta allá arriba de luna y de llena, ahora lo sé, sus nítidas manchas son una burla, a veces, una sonrisa continua.
Sin ella, no, nada...esperá un poquito..., ese tono en continuo de vida deprimida.
Se mueve mi luna por mares y caminos, sin distingos de credo ni color, se arma una vida plantada en su tierra, una bandera sin colores, solo notas, sonando en la transparencia.
Amo a mi luna como a ninguna, el espejo de mi vida
mis sueños de latino, mientras ahí van los negros, cantándole la esclavitud, a ella, la vieja señora de blanco.
Ahora que ha pasado toda mi vida, los años me piden -llévame contigo!-
A pesar de todo me es tan lejana que sólo imagino la entrada: corro el impecable blanco que la telonea para dar paso al arte, el canto sagrado de abrir un alma, tomar sus cuerdas vocales con firmes manos y envolverse en ella, escuchando hacia el fin los murmullos del mundo allí abajo, las corrientes y los volcanes rajando la corteza, lanzando el rencor del hombre a borbotones humeantes.
Sí. Todo desde allí, lleno, jadeante y expuesto
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