Semanas atrás, junto a Javier y
El viento sur nos preguntó: ¿para qué cornos sufrir en estas bicicletas raras?, el camino nos mantuvo a unos
Reí más tarde cuando una puteada se escuchó desde la misma boca y contra el mismísimo Eolo…pero ni aún el extravío momentáneo del asiento del Oniriciclo Fran impidió que llegáramos a la rotonda del gaucho, allí donde Jamerboi, amigos y parientes se encontrarían luego de 4 años.
La tv y las radios estaban presentes, Damián –el nombre de nuestro viajero estrella- contaba detalles de la travesía, luego lo acompañaríamos a la sede marplatense de Aldeas Infantiles donde lo esperaban los chicos con tortas, globos y abrazos.
Nuestra Costa Rica presente en la bicicleta de Damián
Recuerdos del camino y el compañero de los buenos augurios
Escuchar al viajero nunca cansa, quien anda por los caminos como el que va al mercado cada vez, es una alerta permanente a la quietud que cada día nos envuelve tratando de echar raíces en el interior de nuestras dudas mundanas. Miedo de no sé qué diría, ¿cómo imaginar peros y topes al vuelo sideral de viajar?, interno o externo tu camino y el mío, te cruzas con incertidumbres cada hora, por la mañana si el bus no para, por la noche si la chica no acude a la cita, otras veces dando vuelta la hoja de estudio y chocando enfáticamente con aquel que te enseña: fórmulas o trabajos, autopistas, cuentas de correo, dígitos y vueltos, facturas vencidas, ¿el kilo de la carne cuánto vale?. Viajar también puede ser fatuo y quedarse maravilloso, está o no está, si estás o no estás.
Andar y quedar, antónimos en la misma estación de partida o de final, puede todo esto volverse inverosímil como las ganas dibujadas por alguien en nuestros vuelos bajos; es decir, ánimos prestados y contraídos para levantar vuelo o levantar una casa, raíces de agua y de tierra, hoja al viento y polen ido, volar hacia dentro y hacia fuera sin saber bien que es qué; todo esto sólo si los poros, las arterias, los músculos y los capilares en extremo erguidos ¡Sí!, si todo te pica y te recuerda que ahí estás, si llamas a un amigo al tiempo que llenas tu mochila para decirle:
- ¡vamos!-
-¿adónde?-
-hacia todos lados-
De la misma manera que arrancas cada vez en el supermercado con el kilo de yerba que le dará mates a tus compañías. A veces en el automatismo de vivir sin pensar en viajar, sin saber que igual lo hacemos mirando el espacio, girando con esta tierra cada vez en 24 horas de adictivo traslado, olvidamos y repetimos, insultos y reproches, planes que solo tienen el fin de planearse en el aire y morir asesinados por la almohada, adormecerse sin saber porqué.
América
Escribió Céline antes de iniciar su viaje al fin de la noche:
“Viajar es útil, hace trabajar
Va de la vida a
Y además todos pueden hacer lo mismo. Basta con cerrar los ojos.
Ocurre al otro lado de la vida.”
Dentro de ti, meditar sobre viajes y viajar meditando.
¿Te da pereza pedalear hasta el trabajo?
El muchacho del centro de la fotografía se dio una vueltita de
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