sábado, 12 de junio de 2010
títulos
Se necesitan bicicletas, se necesitan ideas, reformas colosales que empiecen en el ínfimo de una neurona. A veces sólo verlas -ideas, bicicletas o lo que te vuele- nos devuelven de un ausente, como en este caso, la escritura.
Decíamos reformas, o si queremos llamarlos quiebres; imaginarios que inauguren una parte de nosotros, ese sorprenderse ante lo nuevo, ante la propia verosimilitud de que uno, cambia. Para bien o para mal, ese es el paso siguiente; pero quedándonos en el inicio es donde vamos resolviendo el porqué, los dondes y comos aunque los cuandos vengan atosigando.
Desmerecemos las formas (este delironauta lo hace muchas veces), en pos del tiempo o la celeridad -esos hermanos tan unidos-, haciendo de cuenta que los como hacerlo se vuelven un estorbo, tal cual esas lomas de burro puntiagudas que tanto joden nuestras ruedas.
Aún cuando reincidamos en la idea y nos inmovilicemos, y sobre todo cuando nos ausentemos de los imaginarios que queremos perseguir, estamos avanzando.
¿Y qué es avanzar?
Ah, viera usted que las preguntas lanzadas son para que otros abandonen su escritura o para que hallen -al fin- sus propios interrogantes
(intervalo de 2 minutos)
luego de leer el primer párrafo y de la observación de la foto anexada me preguntan las mismas teclas para que armo yo estas palabras, pero entrar en el terreno donde el ego de quien escribe se pone sobre el tapete para que el lector se aburra o le empiece a desagradar el escriba en cuestión es camino manoseado. Entonces ceso y regreso
Mejor aún, ideas en bicicletas, rola mágica que acumula energía, los ciclos rodantes en nuestras cabezas y los cielos transitados llevados por decenas de rayos encajados en dos ruedas con fundas de goma.
Pedalear es vivir y vivir es pensar y entonces implotar y explotar se vuelven la misma cosa, y no entramos en imposibles ni el cielo se abre ante nosotros, sino que sólo hallamos a alguien que es el otro o uno mismo; y así la reflexión no se vuelve palabra vetusta ni mal vista por prometer letanía inmediata, sino más bien que es palabra flexible y entusiasta.
Una bicicleta de hierro sobre una mesa, un regalo en la mesa de la casa de alguien se vuelve fuente y observación. 5 minutos de quietud en cada cosa bonita que uno encuentra pueden arrullarnos con desembarcos de melodías, en esos hierros escucho violines, en ese mesa aúno fuerzas; ante cada condena y acidez se reviran los semblantes efusivos; y entonces en el inicio, nudo o desenlace, alguien dice: "¿Sabés que se me ocurrió?".
Un chapuzòn
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